domingo, 12 de diciembre de 2010

Novela años 50

Deberes de Navidad



Además de los que ya tenemos de ortografía (dosier), debéis hacer una redacción.
- 400 palabras (margen de 10 ó 20)
- a mano
- márgenes, buena letra, etc.

Además, para cada redacción presentaréis:

- esquema previo (con las ideas principales a tratar, ordenadas jerárquicamente)
- borrador (todo buen escritor hace un borrador de sus escritos)
- redacción final



El tema es:


Biografía ficticia de un escritor/a


- año de nacimiento (y muerte si es pertinente)


- nacionalidad


- principales visicitudes vitales


- época histórica


- géneros literarios cultivados


- corriente artística y/o literaria


- títulos de sus obras principales


- temas y rasgos estilísticos sobresalientes





Sobre todo recordad que no os pido la biografía de un escritor real, sino de uno inventado. Debéis, pues, imaginar los datos que os pido. Sin embargo, vuestra fantasía debe resultar verosímil, es decir, creíble. Deberéis por tanto basaros en alguno de los períodos literarios que hemos visto en clase.

Principio de Paraíso inhabitado, de Ana María Matute

Nací cuando mis padres ya no se querían. Cristina, mi hermana mayor, era por entonces una jovencita displicente, cuya sola mirada me hacía culpable de alguna misteriosa ofensa hacia su persona, que nunca conseguí descifrar. En cuanto a mis hermanos Jerónimo y Fabián, gemelos y llenos de acné, no me hacían el menor caso. De modo que los primeros años de mi vida fueron bastante solitarios.

Uno de mis recuerdos más lejanos se remonta a la noche en que vi correr al Unicornio que vivía enmarcado en la reproducción de un famoso tapiz. Con asombrosa nitidez, le vi echar a correr y desaparecer por un ángulo del marco, para reaparecer enseguida y retomar su lugar; hermoso, blanquísimo y enigmático…

Fragmento de El camino, de Miguel Delibes

Una tarde se dio la luz en plena proyección y
Pascualón, el del molino, fue sorprendido con la
novia sentada en las rodillas. La cosa iba mal, y a
finales de octubre, don José, el cura, que era un
gran santo, convocó en su casa a la comisión.
—Hay que tomar medidas urgentes. En realidad ni las
películas son ya morales, ni los espectadores
guardan en la sala la debida compostura. Hemos caído
en aquello contra lo que luchábamos —dijo.
—Pongamos luz en la sala y censuremos duramente las
películas —arguyó la Guindilla mayor.
A la vuelta de muchas discusiones se aprobó la
sugerencia de la Guindilla. La comisión de censura
quedó integrada por don José, el cura, la Guindilla
mayor y Trino, el sacristán. Los tres se reunían los
sábados en la cuadra de Pancho y pasaban la película
que se proyectaría al día siguiente.
Una tarde detuvieron la prueba en una escena dudosa.
—A mi entender esa marrana enseña demasiado las
piernas, don José —dijo la Guindilla.
—Eso me estaba pareciendo a mí —dijo don José. Y
volviendo el rostro hacia Trino, el sacristán, que
miraba la imagen de la mujer sin pestañear y
boquiabierto, le conminó—: Trino, o dejas de mirar
así o te excluyo de la comisión de censura.
Trino era un pobre hombre de escaso criterio y
ninguna voluntad. Poseía una mirada blanda y acuosa
y carecía de barbilla. Todo ello daba a su rostro
una torpe y bobalicona expresión. Cuando andaba se
acentuaba su torpeza, como si le costase un esfuerzo
desplazar a cada paso el volumen de aire que
necesitaba su cuerpo. Una completa calamidad. Claro
que hasta el más simple sirve para algo y Trino, el
Sacristán, era casi un virtuoso tocando el armonio.
Ante la reprimenda del párroco, Trino humilló los
ojos y sonrió bobamente, contristado. Al cura le
asistía la razón, pero ¡caramba!, aquella mujer de
la película tenía unas pantorrillas admirables, como
no se veían frecuentemente por el mundo.
Don José, el cura, veía que cada día crecían las
dificultades. Resultaba peliagudo luchar contra las
apetencias instintivas de todo el valle. Trino
mismo, a pesar de ser censor y sacristán, pecaba de
deseo y pensamiento con aquellas mujeronas que
mostraban con la mayor desvergüenza las piernas en
la pantalla. Era una tarea ímproba y él se
encontraba ya muy viejo y cansado.
El pueblo acogió con destemplanza las bombillas
distribuidas por la sala y encendidas durante la
proyección. El primer día las silbaron; el segundo
las rompieron a patatazos. La comisión se reunió de
nuevo. Las bombillas debían de ser rojas para no
perturbar la visibilidad. Mas entonces la gente la
tomó con los cortes. Fue Pascualón, el del molino,
quien inició el plante.
—Mire, doña Lola, para mí si me quitan las piernas y
los besos se acabó el cine —dijo.
Otros mozos le secundaron.
—O dan las películas sin cortar o volvemos a los
bosques.
Otra vez se reunió la comisión. Don José, el cura,
estaba excitadísimo:
—Se acabó el cine y se acabó todo. Propongo a la
comisión que ofrezca el aparato de cine a los
Ayuntamientos de los alrededores.
La Guindilla chilló:
—Venderemos una ocasión próxima de pecado, don José.
El párroco inclinó la cabeza abatido. La Guindilla
tenía razón, le sobraba razón esta vez. Vender la
máquina de cine era comerciar con el pecado.
—Lo quemaremos entonces —dijo, sombrío.
Y al día siguiente, reunidos en el corral del
párroco los elementos de la comisión, se quemó el
aparato proyector. Junto a sus cenizas, la Guindilla
mayor, en plena fiebre inquisidora, proclamó su
fidelidad a la moral y su decisión inquebrantable de
no descansar hasta que ella reinase sobre el valle.
—Don José —le dijo al cura, al despedirse—, seguiré
luchando contra la inmoralidad. No lo dude. Yo sé el
modo de hacerlo.
Y al domingo siguiente, al anochecer, tomó una
linterna y salió sola a recorrer los prados y los
montes. Tras los zarzales y en los lugares más
recónditos y espesos encontraba alguna pareja de
tórtolos arrullándose. Proyectaba sobre los rostros
confundidos el haz luminoso de la linterna.
—Pascualón, Elena, estáis en pecado mortal —decía
tan sólo. Y se retiraba.
Así recorrió los alrededores sin fatigarse,
repitiendo incansablemente su terrible admonición:
—Fulano, Fulana, estáis en pecado mortal.

Fragmento de Retahílas, de Carmen Martín Gaite

Querer a una persona es quererla en lo que la separa de nosotros, e sus errores y calamidades, es quererla querer, empecinarse, es brega solitaria si lo vas a mirar, una pura pelea a tumba abierta contra las evidencias. Pero yo por Germán he peleado poco, me dejó de irritar hace ya mucho tiempo Antes sí, discutíamos, de niños sobre todo, le quería meter en la cabeza todas mis opiniones y deseos, ¡qué ganas de pegarle!; éramos muy distintos, sí, pero le quería ya hasta mucho después de acabar su carrera y yo la mía, aún seguía sin darlo todo por perdido, me obsesionaba la idea de sacarlo de sus casillas, de sus raíles, quería que descarrilara; un día él se dio cuenta y me dijo: “Pero a ti, ¿qué te pasa? ¿quieres que descarrile?”, y yo indignada: “Eso es lo que quiero, sí, justamente, mira por donde todavía das alguna en el cavo, que descarriles y te abras la cabeza”, y le quise pegar porque estaba tranquilo, se había echado a reír mientras hablaba y me sacó de quicio, aquello era quererle, ahora nunca me indigna. Y mediaba tu madre muchas veces: “Pero déjalo en paz, ¿no ves que él es así?”, sin darse cuenta de que contribuía a mi exasperación desde que se hizo novia de Germán por aquella tendencia suya a dejarlo a su aire, a aceptarlo como era. “No pretendo cambiarlo –decía- no te pongas pesada, cuando tú te enamores hablaremos, quieres lo que te dan y como te lo dan, exactamente eso es lo que quieres cuando media el amor, un día lo sabrás”, con aquella sonrisa contemporizadores como queriendo que se oyeran las palabras que decía, epro al mismo tiempo arriesgándolas a un torbellino donde todos hablaban mucho más alto, las perfilaba como avergonzándose de que pudieran herir, yo no sé si te acuerdas de la voz de tu madre, valiente pero tímida sin desafiar, qué encanto de mujer. Pero él la avasallaba; creo que le empecé a tomar aversión a fuerza de quererla a ella cada vez más, había que elegir entre los dos, no había más remedio, nunca pude mirarlos como aun grupo armonioso, la verdad yo no sé cómo ella lo aguantaba. Ni entiendo lo que busca exactamente tu padre en las mujeres, que a veces no parecen importarle en absoluto, ni cómo se ha podido casar con dos tan diferentes, ni si las ha querido ni cómo ni llevado de qué idea, es que no entiendo nada. Y tampoco me importa, ya te he dicho, en eso está el secreto.

Carmen Martín Gaite, Retahílas

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Entrevista a Sergio Galarza en su visita a Vilafranca del Penedès

El escritor Sergio Galarza visitó el pasado día 29 de noviembre la ciudad de Vilafranca de Penedès para establecer un coloquio con alumnos de los institutos Eugeni d'Ors i Milà i Fontanals. En diversos niveles de ambos centros los estudiantes habían leído y trabajado la última de sus novelas, Paseador de perros. El escritor atendió amablemente las preguntas de los jóvenes y se prestó a firmar varios ejemplares de su novela. No queda más que agradecerle su visita e invitarle a volver. Y, por la parte que nos toca, gracias, Paco y Olga, profesores de ambos institutos, por servir de puente para poder conocerle y charlar con él.

La Tv de Vilafranca del Penedès realizó esta entrevista. Os dejamos el vídeo a continuación.


Lazarillo de Tormes

Power point alumnas 1ºC

https://cid-aede9e4c78143053.office.live.com/self.aspx/Carpeta5/Lazarillo.ppt

No oyes ladrar los perros

El monte de las ánimas

Vuelva usted mañana

La Colmena